Aunque su tupido manto nos haga pensar de que el frío no les afecta, la realidad es que los gatos pueden tener frío y, en situaciones climáticas adversas, pueden incluso sufrir hipotermia y congelación.
Los gatos, como las personas, son homeotermos o animales de sangre caliente. Esto quiere decir que pueden mantener constante su temperatura corporal a pesar de los cambios de la temperatura externa. De hecho, los gatos tienen preparada una serie de mecanismos para enfrentarse tanto al calor como al frío. Eso sí, estos mecanismos tienen límites y ante situaciones climáticas extremas (o no tan extremas pero sí prolongadas) no son suficientes para mantener la temperatura corporal con consecuencias graves y hasta letales para el animal.
¿A qué temperatura hace frío para un gato?
Los animales de sangre caliente tienen una zona de neutralidad térmica o de confort térmico en la que no tienen que gastar energía para mantener su temperatura corporal. Para los gatos esta zona corresponde a un rango de temperaturas incluidas entre 30 y 38ºC, lo que significa que en pleno invierno la temperatura de la mayoría de viviendas está por debajo de esta zona. Cuando la temperatura externa es más baja que la neutralidad térmica, los gatos empiezan a reaccionar con algunos mecanismos de defensa que les ayudan a mantener constante su temperatura corporal y cuanto más nos alejemos del confort térmico más evidentes son estos mecanismos. Dicho esto, es muy difícil definir a priori a qué temperatura ambiental los gatos empiezan a tener frío, en primer lugar porque cuando se considera la temperatura ambiental siempre hay que tener en cuenta también la humedad y el viento, ya que, a igualdad de temperatura, se enfriará más el gato que además esté mojado o en un ambiente muy húmedo o que esté expuesto al viento frío.
Además, la disponibilidad de lugares donde cobijarse y de una buena alimentación aumentan la tolerancia de los gatos a las bajas temperaturas. Así que para saber si para un gato hace frío no nos basamos tanto en la medición de la temperatura ambiental sino en la observación de sus reacciones corporales cuando la temperatura externa amenaza su temperatura corporal.
¿Cómo reaccionan los gatos al frío? Cabe destacar que observar estas reacciones no es lo mismo que decir que el gato tiene frío, ya que la percepción del frío depende de la tolerancia individual y puede incluso variar en el mismo animal dependie
ndo del momento, por ejemplo, un gato que está acechando una presa podría notar menos la sensación de frío que en otros momentos; sin embargo, al no poderle preguntar por sus sensaciones, lo único que nos queda para suponer que un gato tiene frío es fijarnos en las estrategias y reacciones físicas que se pueden observar desde fuera y que el gato adopta para defenderse de las bajas temperaturas.
Entre las estrategias más evidentes para defenderse del frío está el hecho de buscar fuentes de calor, por ejemplo, escogiendo sus lugares de descanso cerca de radiadores y chimeneas o tumbándose en pleno sol.
También es común que reaccionen al frío buscando lugares, posiblemente estrechos y mullidos, para enroscarse, con esta postura de descanso que le permite, incluso, esconder las patas y el hocico en el pelo, el gato consigue exponer la menor superficie posible a las bajas temperaturas externas y preserva así su calor corporal.
Para protegerse de las bajas temperaturas también va bien ponerse debajo de una manta o dentro de una caja de cartón o de un armario donde habrá que ir a buscar el gato, si en días de mucho frío, el gato no aparece por ningún lado.
Además, cuando el gato está inactivo y la temperatura ambiental es baja, al tocarle la punta de las orejas, las almohadillas y la extremidad de la cola nos daremos cuenta de que las tiene más frías de lo habitual, este cambio en la temperatura superficial del gato es la consecuencia de la disminución del flujo de sangre en las partes más periféricas y superficiales del cuerpo del animal que ocurre cuando fuera hace frío, es un mecanismo independiente de la voluntad del gato que ayuda a reducir la dispersión de calor y a preservar la temperatura en el interior del cuerpo.
Si a pesar de los diferentes mecanismos fisiológicos y conductuales puestos en marcha para mantener la temperatura corporal constante, el frío externo persiste o el gato no dispone de lo que necesita para combatir las bajas temperaturas, su sensación de frío se intensifica y se puede ver seriamente amenazada su temperatura interna, es decir, la temperatura que en los gatos normalmente se mide mediante un termómetro rectal.
Así pues, a medida que el gato se enfría resulta más fría la piel de la ingle y de las axilas donde el revestimiento de pelo es más fino y el gato puede empezar a tiritar, gracias a estas contracciones musculares repetidas el cuerpo del gato genera calor, aunque también gasta muchas calorías y en casos muy graves deja de tiritar; otra respuesta al frío es la piloerección: el pelo corporal del gato se levanta formando una cámara de aire que ayuda a retener el calor.
Si estos mecanismos no son suficientes para defenderse del frío, la temperatura interna del gato cae por debajo de su valor normal y se produce una condición conocida como hipotermia.
Es importante tener en cuenta que la temperatura normal de un gato está incluida entre 37.7 y 38.9ºC y que lo que puede ser fiebre para nosotros podría indicar una hipotermia en el gato. De hecho si la temperatura interna del gato está entre 35.5 y 37.7ºC se habla de hipotermia leve, mientras que la hipotermia es grave por debajo de 32ºC.
A medida que su temperatura interna baja, su actividad y funciones corporales disminuyen, la frecuencia cardíaca y respiratoria bajan, la respiración se hace superficial, su piel es cada vez más fría y la musculatura rígida, el gato se puede mostrar confuso y letárgico. La hipotermia es una emergencia veterinaria así que cuando fuera hace frío y el gato tiene acceso al exterior hay que prestar mucha atención a la presencia de los signos que pueden indicar un principio de hipotermia.
Curiosidades en algunos gatos:
Algunos gatos, como los de raza Siamés, tienen una coloración peculiar llamada “colour point” y caracterizada por la presencia de un color oscuro en el hocico, punta de las orejas, extremidad de las patas y punta de la cola, mientras que el resto del cuerpo es de color más claro, las zonas oscuras corresponden a las zonas más frías del cuerpo y justamente por esto adquieren este color. En estos gatos, el enzima responsable de la formación de la melanina (el pigmento oscuro de la piel y pelo) es sensible a la temperatura, con lo cual no funciona a la temperatura corporal normal de un gato, pero sí funciona en las partes frías.
Esta peculiaridad hace que los gatos “colour point” puedan cambiar de color dependiendo de la temperatura ambiental a la que están expuestos: si hace mucho frío, el pelo crecerá oscuro también en las partes del cuerpo normalmente más claras.
Eso sí, estos cambios de color no son inmediatos sino que dependen del ciclo de renovación del pelo (el color del pelo se determina en su fase de crecimiento). Así que ver un gato “colour point” muy oscuro incluso en las partes que normalmente son claras no quiere decir que tenga frío en aquel momento pero sí sugiere que ha sido expuesto a temperaturas externas frías durante un periodo de tiempo prolongado. :-)
Fuente: https://www.trueinstinct.com, sección gatos, sin fecha de publicación.
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